febrero 23, 2009

Había una lagartija

En el jardín estaba.
Casi seca, pero respiraba.
La mojé mucho, para que no huyera
de mí.
La tomé. No ofreció resistencia, no corrió.
La miré. Ella cerró los ojos. Su corazón latía aún.
La aventé por la barda.
Luego pensé: quizá debí ponerla
en la gran grieta, enorme,
que un tubo roto
hizo en la sala de mi casa.
No la volvería a ver.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pobre lagartija, espero que no le haya dolido tanto cuando la arrojó por la barda, quizá hubiese sido mejor que la echase en la grieta y ¿cómo saber que no se la topará nuevamente?

Atte: ANGY