julio 28, 2008

Cibernéticamente hablando, pero...

Para Wiener la Cibernética fue, básicamente, una teoría de los mensajes. Cuando Wiener trabajó con Rosenblueth –fisiólogo mexicano- no sólo fortaleció sus ideas de la “naciente” cibernética, logrando constituir una rigurosa y precisa idea de información, sino que, muy notoriamente, apoyaron su trabajo en viejas y conocida premisas filosóficas de corte cartesiano. Una de ellas sostenía que las estructuras formales de los sistemas mecánicos y eléctricos son en muchos casos isomórficas con las estructuras formales de los organismos vivos y que podían ser descritas matemáticamente. Ello fructificó en algunas aplicaciones de prótesis para sordos, ciegos o mutilados, o en detallados análisis de fluctuaciones del sistema nervioso central de hombres y animales. Recordemos que un libro suyo se intitula precisamente: Cybernetics: or the control and communication in the animal and the machine. Y de pasó recordemos también que Descartes, en la quinta parte del Discurso del Método (1637), dice puntualmente: “las reglas de la mecánica son las reglas de la naturaleza”. La intromisión de la idea de que las máquinas operan como la naturaleza y de que es posible su cálculo exacto nos llevaría al Renacimiento (no muy lejos de Descartes), a Ptolomeo, luego a Galileo y Kepler y de vuelta Descartes para ir a parar a Newton, éstos últimos son quienes afianzarán una nueva visión del mundo: el mundo como mecanismo. De allí se desarrollaron suficientes especulaciones filosóficas y científicas que alcanzan a Wiener.

Según Wiener el término cibernética aparece en el siglo XIX con Ampére – al parecer –ignorando a medias su sentido “antiguo”, lo que indica que él NO lo pensaba como suyo ni como “nuevo”, ni como una palabra que él usaba en sentido exclusivo, pero tampoco desde su raíz (y en esto no hay que leer un sentido “evolucionista” ni algún modo de “arcaísmos”en las palabras). Pese a ello alude al sentido remoto del término al pensar que la fusión de hombre-timón-nave, implica un sistema complejo de reacciones. En otras palabras: una nave con timón (KIBERNETES) que interactúa con el hombre en el sentido de un sistema mecánico no-determinista (no-determinista porque va en el mar, valga la metáfora, y tampoco determinista porque no está hablando de aspiradoras).

Las ideas de Wiener encuentran desarrollo –concedamos que “novedosas”- gracias a que hay un mundo de vida previo, una tradición, una herencia acumulada de saberes, una época (europea) que conforma una imagen del mundo y del hombre ya dada, ya aceptada y beneficiada por la electricidad y sólo muy tardíamente cuestionada. No negamos el mérito de Wiener ni de nadie, sólo apuntamos lo evidente, que por serlo, a veces, pasa desapercibido.