Paseamos surcos
en vaivenes interminables
de desastres por venir.
Asistimos al flujo
incalculable
de inéditos presagios
rotos
en ese vaivén de tiempo
y esparcidos,
desordenados,
espacios de madera
y polvo.
Saltando de un temor
a otro, inseguros,
impulsados por el miedo,
tomamos el aire
ya asfixiado y los libros
crujían con nuestras pisadas.
Se invirtió la escalinata,
interminable,
de abajo hacia arriba,
a las calles de rostros asustados.
Inmersión en tectónicas
placas rotas. En rostros
que en silencio
se acarician en consuelos.
Urgencia telúrica
del sobresalto:
la amenaza,
la muerte. La fe
como recurso limpio:
último sentido
que socava
lo incontrolable.
Temblaba.
abril 17, 2018
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