noviembre 18, 2015

Narciso, impoluto.

Vamos así,
en la transparencia.
Advierto un sol
que desnuda,
en el barullo
de bytes y recomendaciones
de plástico, sus
diversas resistencias.

La sombra que proyecta
ideas, es
la sombra verdadera. No
aquella de la luz. Sólo
el narciso, impoluto,
habla de lo sagrado
como su espejo
de inocua resurrección
perenne.

Viejo, como
su temblor de manos.
Oscuro, como
su pelo blanco.
Decrépito, que
balbucea incoherencias
e inhospitalidad
en la red de redes.

Cree ser la luz
y lo es. Muy positiva,
muy elocuente
en el olvido de las sombras
dulces. Su amarilla
compañera,
atosigada, cura
sus confianzas huecas
y absorbe, palmo a palmo,
la crudeza de su blanco
espejo.

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