mayo 15, 2009

15 de mayo

Ayer lo conté.
Fue así: recién documentado,
alisando torpezas
entre formas férreas,
inútiles complacencias
de los años,
llegó el dicho
empeñado por el intercambio
de promesas en el lugar
menos indicado.
Cumplidas promesas.
Por ellas llegué temprano,
tenía apenas 23. Sabía
del gusto de la palabra,
aunque apenas repetía
cinco frases hechas.
Repetía, yo también,
las repeticiones.

Pero los días y los azares,
sólo fueron plenos
bajo el olor filtrado,
de la soldadura,
bajo los golpes,
contundentes,
del martillo que,
con sabia decisión,
el artista propinaba
en el irremediable destino
de tratar de ser
herrero.

El herrero,
un 15 de mayo,
abrió las puertas
de la fiesta, para que yo,
entrará en ella,
muchos años después,
para santificar
este día
que,
con docta precisión,
se bifurca
y se colma
de ánimo.

El herrero:
mi padre
y maestro.


1 comentario:

Mujer del traje gris dijo...

¿Que siguen forjando a otros empeñados? O a los que alcanzaron a forjar.

Imagino que resulta insuficiente decir "Felicidades".




(Y las causas lo fueron cercando
cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando
poderoso, invencible.
)