mayo 14, 2014

Todos los días

Y hablas, en la lengua
del suceso mismo, tu propia
resurrección perfecta.

Porque ahora,
tus manos
son la nueva piel
de la vida otra
a la que, amorosamente,
te destinas.

No hay ausencia,
si en el despojo,
la luz viene serena
de la mano de quien
vive ahora en la
vigilia de tus pasos.

Sabes
que no hay adentro sin afuera,
que en la armonía
todo es uno, igual
arriba que abajo.

¿Qué señales alertas desde tu
velada alegría?
No eres la noche sin el día, sino
ambas cosas y
ninguna. Todas las cosas
y todos los días.

EMILIA

Propongo que cada uno de tus cabellos
sean los filamentos que, lanzados
al aire abran,
en su tránsito permanente,
la luz de nuevos mundos. Filamentos
y gracia de otra génesis.

Emilia, tu sonrisa sella
la cohesión sencilla
del nuevo orden estelar. Tú
eres la deidad que aclara
horizontes en los sueños
taciturnos
de otra humanidad.

Eres la brisa que apertura
la resurreción
de los justos.

¿Qué mar se anuncia inédito
desde el clamor de tu presencia?

¿Qué soliloquios vences
con tu mirada?

¿Qué continentes fundas?

Emilia, dime. Dínos
con tu sonrisa.